Equilibrio: lo más difícil

url1Yo no bloqueo gente en Twitter. El grupo del pajarito azul es una plataforma abierta, donde uno puede y debería encontrarse con gente de todos los colores de la vida y aprender a hablar con ellos, de manera constructiva, tranquila y sobre todo abierta. Todo el mundo tiene derecho a su opinión, un cliché que creo se está olvidando en nuestras sociedad.

 

Pero hoy bloqueé a una persona (obviamente no esperen que la mencione) que, mientras critica fuertemente a este gobierno, se empeña en usar las mismas tácticas que él: despreciando a quienes no opinan o piensan igual, refiriéndose con desprecio a otros y, lo peor, celebrando la muerte de cada miembro del gobierno (la más sonora fue cuando murió Luis Tascón). Allá ella y su odio por los demás, allá ella y su radicalismo. Intolerante contra la intolerancia.

 

Admito que luego me arrepentí un poco –total, no es como si le hice un gran daño por bloquearla, de seguro hasta risa le dio—sobre todo porque creo que caí en su juego. Pero en esta sociedad, ser equilibrado es cada vez más difícil, al punto que empiezo de verdad a preocuparme por el destino del país. Gente que se mata entre sí sólo porque se les atravesó en la calle, gente que no contempla bloquear un acceso y se queja porque le reclamas, diciendo “ay gran vaina eran dos minutos”, y ni empiecen a hacerme hablar del Metro. Muchos sufren de una agresiva apatía: queremos buscar el camino más rápido para lograr lo que queremos, así signifique pasar por encima de los demás. Y el pensamiento general parece ser: “Mientras yo esté bien, ¿qué me importan los demás?”

 

En mi carrera, siempre existirá el debate de la objetividad: el periodista no se puede involucrar, limitarse a reportar los hechos, no ser la historia. Hay tantos que se han olvidado de eso, bien sea haciéndole venias al Gobierno (criticable sin importar quién esté en Miraflores) o convirtiéndose en actores políticos abiertamente. Y muchas veces, se defienden diciendo “no hemos sido nosotros quienes hemos iniciado el conflicto”. ¿Se acuerdan cuando eran niños, peleábamos con nuestros hermanos y nos defendíamos diciendo  “él empezó”? Es cierto, los periodistas no podemos dejar de ser ciudadanos preocupados por nuestra situación, pero prestarnos a inclinar la balanza a favor de una u otra tendencia es reprobable.

 

Esa ética del periodista es necesaria en este país tan convulsionado, donde gente tan radical está en el poder y quiere tumbarlo. Debemos todos entender que siempre habrán tres verdades: la mía, la del otro y la que es. Mientras tanto, debemos entender que no porque A tiene una opinión distinta a B quiere decir automáticamente que los dos están equivocados; simplemente hay que escuchar más, tolerar más. Tratemos de ser interdependientes como sociedad, como país, como persona, donde entendamos de una vez que no vamos a avanzar como país hasta que estemos TODOS bien, no si el pequeño círculo que nos rodea es el único que está bien.

 

A casi diez años desde el momento en que tomé la decisión de estudiar esta carrera, que me ha permitido acercarme a una realidad venezolana que desconocía, me ha enseñado a comunicarme mejor con la gente y una larga lista de otros beneficios y bendiciones, aprovecha el Día del Periodista para pedirle a Venezuela que “le baje dos”, que dejemos los pleitos, que entendamos que ceder ante el otro o respetar las reglas no nos hace pendejos ni huevones.

 

A todos mis colegas, los que estudiaron conmigo y los que admiro, a todos mis profesores (Acianella, Néstor, Juan Ernesto, Antonio, Fernando, Sebastián), a todos mis jefes (Lisbeth, Lorena, Antonio otra vez), que siempre nos sintamos orgullosos de esta profesión que escogimos, y que nunca dejemos de trabajar por hacer de este país uno mejor.

 

¡Feliz día, colegas!

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